El pasado primero de julio se llevaron a cabo las elecciones más grandes en la historia de nuestro País, ya que se votó para elegir Presidente, 128 senadores y 500 diputados, en ocho estados y en la Ciudad de México (CDMX) se eligieron gobernadores, congresos locales, presidentes municipales y, para el caso de la CDMX, alcaldes.
De acuerdo a la cifras del Instituto Nacional Electoral (INE), de un padrón nominal electoral de 89,250,881 se computó el voto de 56,611,027 ciudadanos en todo el país, lo que significa que el 63.4% ejerció su derecho, de estos, 25,186,577 fueron para MORENA, con lo que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en el nuevo Presidente para el sexenio 2018-2024. Por primera vez tendremos un gobierno de izquierda.
Estas elecciones no sólo fueron importantes por el número de candidatos a elegir o por el número de estados, localidades o congresos involucrados en este proceso, si no porque se votó por un cambio radical en la política del País.
El hartazgo social por todos los casos de corrupción e impunidad, por el incremento desmedido de grupos criminales, por el aumento de los feminicidios, por el enriquecimiento desproporcionado de algunos políticos y protegidos de estos; por el lastimoso crecimiento de la pobreza, entre otros, provocaron que la mayoría de los ciudadanos expresara y castigara con su voto a los partidos que estuvieron en el poder y con ello, se abriera paso por primera vez, a la izquierda.
El discurso de López Obrador desde hace casi 20 años, representa lo que la mayoría de la población piensa y siente, por ello dieron un voto de confianza a su proyecto de justicia social.
La fiesta de la democracia terminó, a finales de agosto entrarán a sus cargos los senadores y diputados, en su mayoría de la alianza entre MORENA, Partido del Trabajo (PT) y el Partido de Encuentro Social (PES) y en cuatro meses López Obrador asumirá el poder. Los retos son muchos y enormes y seguramente será difícil cumplir en su totalidad. Pero algo sí es seguro, si se trabaja de manera honesta y transparente, se lograrán sentar bases y principios sólidos para continuar sobre la ruta correcta.
Gran parte de los votantes albergan una gran esperanza de cambios positivos en la política y en la administración de nuestro país.
En días pasados, nuestro futuro presidente presentó 50 medidas de austeridad y contra la corrupción, uno de los temas que urge atender, pues la corrupción ha sido por décadas nuestro principal problema.
Entre las promesas de campaña de López Obrador está la erradicación de la corrupción, para ello propone modificar el artículo 108 Constitucional para que el Presidente pueda ser juzgado por violar las leyes electorales y por corrupción. Asimismo, promete eliminar el fuero para los funcionarios y llevar a cabo reformas para que acciones como el tráfico de influencias, corrupción, sociedades entre funcionarios y particulares sean considerados delitos graves.
Asimismo, creará tres fiscalías independientes del Ejecutivo Federal, para que su actuación se apegue a derecho sin intervención de ninguna institución o personaje político, éstas son: la General, la Electoral y la de Anticorrupción.
Además, se recortarán salarios a los altos funcionarios, se quitarán privilegios como el contar con choferes o personal de seguridad, desaparecerá el seguro de separación individualizada y se eliminarán gastos en toda la administración pública.
Por otra parte, se busca obligar a todos los funcionarios y a sus familiares a que realicen declaraciones patrimoniales.
Si bien estas medidas serán definitivas para disminuir la corrupción en el Gobierno Federal, es importante que como ciudadanos vigilemos el desempeño de nuestros gobernantes locales. El combate a la corrupción no es solo una labor del Estado, a nosotros como ciudadanos nos toca cambiar también, cumplir en tiempo y forma con nuestras responsabilidades; educar a los hijos con valores; respetar a nuestros vecinos, a las leyes y las instituciones.
¡Impulsemos la corresponsabilidad gobierno-ciudadano para el cambio de nuestro país!
Fuentes consultadas: