La caída de un paradigma

enero 25, 2019 sustava

 ISAÍ GONZÁLEZ

 

Durante la última década, las políticas proteccionistas de países que tradicionalmente se consideraban liberales se han fortalecido de manera importante. El mundo de Occidente sobre el que se construyeron la mayoría de las instituciones encargadas de regular la dinámica del comercio, la economía, las finanzas y el estado de derecho entre países parece mutar a una nueva, pero vieja y remasterizada, forma de entender el mundo actual. Esta visión se basa en que el Estado limita el uso de insumos importados que sus sistemas de producción utilizan, mediante una serie de aranceles a la materia prima, así como una sobre exaltación de los recursos internos de cada nación. Un tipo de nacionalismo light que funciona a través de modificaciones en materia de política comercial y económica.

 

El panorama de apertura comercial y financiera que la mayoría de los países de Occidente parecía haber adoptado comenzó a abandonarse después de la crisis financiera de 2008 (la más grave desde la Gran Depresión), suscitada por la burbuja en el mercado inmobiliario, durante la que Lehman Brothers, institución referente del sistema financiero estadounidense, se declaró en bancarrota a consecuencia de los problemas económicos. Para muchos especialistas, académicos y mandatarios esto representó el desgaste del modelo dominante y la indicación para buscar un nuevo paradigma que permitiera eficientar la actividad económica de sus países que generase el bienestar deseado.

 

El más grande ejemplo fue el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos, con un discurso político basado en la promesa de volver grande a América otra vez (“make America great again”) y de llevar los beneficios económicos que supuestamente China, México y otros países habían robado a través de tratados comerciales injustos. Una vez que ganó la presidencia, formalizó el abandono del Tratado Transpacífico e inició una guerra comercial con México (por la renovación del TLCAN, ahora T-MEC) y con China, el gigante comercial de Asia. Los resultados de dichas acciones sólo han propiciado un encarecimiento de los productos del mercado interior de los Estados Unidos y desaceleran la dinámica del comercio mundial, al mismo tiempo generan un entorno de incertidumbre entre los inversionistas, lo que afecta la cotización de las divisas en los mercados globales.

 

Antes de eso, en 2016, los ciudadanos británicos habían votado a favor de que Gran Bretaña abandonara el bloque comunitario que integran los países de la Unión Europea. El argumento bajo el que triunfó la separación fue el control de las fronteras para impedir la llegada de más extranjeros (principalmente africanos y de Medio Oriente), recuperar la autonomía legislativa y proteger su economía, dado que los problemas financieros habían ahogado la economía de Grecia y esta comenzaba a imprimir sus efectos en el resto de los países que integran el bloque. Pese a lo anterior, aún no se concreta la separación, pues el Parlamento Británico ha rechazado el acuerdo de salida debido a los múltiples riesgos que implica para su economía y para el resto de la Unión Europea.

 

En el caso de América Latina, los brasileños, quienes tienen la economía más grande de la región, votaron por Jair Bolsonaro, un político de derecha y militar retirado que propuso restaurar el orden político y económico en su país a través de políticas proteccionistas. Una de sus propuestas más preocupantes ha sido la de cancelar la apertura total del comercio automotriz con México, algo que representa posibles riesgos para una de las industrias más importantes en ambos países.

 

Por su parte, en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no ha hablado de una separación del resto del mundo, pero sí favorece políticas de sustitución de importaciones, específicamente las que se refieren a los hidrocarburos. De acuerdo con su plan de desarrollo, se construirá una refinería nueva en Tabasco y se rehabilitarán las seis existentes en territorio nacional. El objetivo es aumentar la oferta de gasolinas refinadas en el país para proveer por lo menos el 70% de la demanda total. Además de los altos costos financieros de dichas acciones, la tendencia mundial es transitar hacia el uso de energías renovables y más limpias. A pesar de ello, el tema de los hidrocarburos es uno de los objetivos principales para el gobierno de López Obrador, pues así lo refirió en su discurso frente al congreso del 1 de diciembre pasado, en donde acusó al neoliberalismo de haber entregado los recursos nacionales y favorecido los intereses de los mercados externos antes que los nacionales.

 

Personalmente creo que todos los ejemplos tienen algo en común: la decisión de adoptar esas medidas proteccionistas obedecen a demandas e intereses políticos antes que económicos (pese a que uno de los argumentos a favor de implementar estas políticas es la restauración económica). Esto significa que la economía de esos países realmente no se encuentra arruinada, tiene importantes áreas de oportunidad, como todas, pero su situación no se compara a la de algunos países africanos, ni existen datos que indiquen una etapa de crisis.

 

La manera en la que funciona la economía mundial impide que cualquier economía nacional quede totalmente exenta de los efectos que provocan las decisiones del resto de países. El mundo globalizado construyó un complejo sistema de terminales que trasladan todo impulso particular a la totalidad del sistema, tanto en los mercados financieros como en los comerciales. Debido a ello, las decisiones que se toman priorizando intereses políticos podrían efectivamente lacerar el funcionamiento de la economía.

 

¿Será que en este año veremos más casos de naciones que transitan a sistemas más cerrados y que dejan atrás los paradigmas dominantes? El tiempo es el único que nos lo dirá.

 

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