Hablar del trabajo de Santiago Posteguillo es acercarse a uno de los fenómenos literarios y editoriales más exitosos de nuestro siglo, especialmente en lo que respecta a la novela histórica en lengua castellana. Con dos trilogías dedicadas a dos míticas figuras de la Roma Antigua -Escipión el Africano y Marco Ulpio Trajano-, el escritor y filólogo valenciano le ha brindado un nuevo aliento al género en nuestro idioma, rompiendo récords de ventas y llevando parte la historia del más grande de los imperios a cientos de miles de lectores hispanoamericanos.
SI bien la obra de Posteguillo aborda una temática que se encuentra más que explotada por la literatura, el cine y los estudios académicos, la inmersión en cada uno de sus libros se trata de una experiencia diferente para el amante y lector de novela histórica. Alcanzar el éxito en tales condiciones no ha sido tarea fácil, sobre todo si consideramos que el nicho donde se mueve su trabajo no es algo en lo que destacan los escritores en lengua castellana. Es en este punto en el que cabe preguntarse: ¿qué hace tan especial a la obra de Santiago y por qué ha tenido tan buena acogida entre la crítica?
En esta ocasión abordaré su segunda trilogía, en la que se narra el ascenso y hazañas del emperador romano Marco Ulpio Trajano, uno de los más grandes conquistadores y militares de la historia, cuya ambición y visión llevó al imperio a su máxima extensión. Conocido por sus campañas contra los dacios al norte del Danubio, y contra los partos que dominaban las tierras más allá del Tigris y el Eúfrates, Trajano se nos presenta en la obra de Santiago como un personaje fuera de serie debido a sus valores y convicciones, tales como la lealtad, la disciplina, la austeridad y la racionalidad. De igual manera, cabe destacar que se trata de un icono de la historia del que poco se había escrito, si lo comparamos con la cantidad de literatura sobre otras figuras como Julio César. Desde este punto, Posteguillo nos trae novedades a los lectores de novela histórica: nos presenta no sólo a un emperador que, a pesar de sus conquistas, había pasado desapercibido, sino al primer emperador no nacido en Roma, por lo que su arribo como líder del más grande de los imperios de la antigüedad significó una importante transformación desde el punto de vista político y militar.
De origen hispano, Marco Ulpio Trajano vivió gran parte de su infancia y juventud en medio de una Roma caótica gobernada por una sucesión de emperadores, entre los que destaca Domiciano, de quien se narran atrocidades que superan por mucho a las de los ya famosos Nerón y Calígula. Esta parte del relato podemos encontrarla en la primera obra de la trilogía de Trajano: “Los Asesinos del Emperador. El ascenso de Trajano”. Desde el terrible asedio y conquista de Jerusalén, hasta las terribles y fascinantes luchas de gladiadores en el Anfiteatro, esta novela nos narra la grandeza y decadencia de la dinastía Flavia, conformada por Vespasiano, Tito y Domiciano: una historia plagada de venganza, envidias, gestas heroicas, sangre a raudales y locura. Caracterizada por una estructura temporal dinámica y un uso acertado de la técnica cinematográfica, esta obra de Posteguillo lleva al lector por una montaña rusa de sensaciones y emociones, a la vez que lo sumerge en una trama en la que la historia y la ficción se funden en una amalgama que resalta por su rigor documental. Ya al cierre de esta novela, nos encontramos con un Trajano que ha asumido el poder de una Roma corrupta y con una crisis financiera y de gestión por delante.
La segunda parte, “Circo Máximo. La ira de Trajano”, nos introduce no sólo al magnífico mundo de los aurigas y las vestales, así como a la lucha del emperador contra los restos del gobierno de Domiciano, sino también en una de las hazañas que consolidó a Trajano como uno de los conquistadores más ambiciosos de la historia: la construcción del puente de Drobeta sobre el Danubio, la guerra contra el rey Decébalo y la anexión de los territorios de la Dacia. De igual manera, nos encontramos con la puesta en escena de personajes clave en la vida del hispano, como el general de la caballería norteafricana, Lucio Quieto; el legatus y senador Nigrino; el arquitecto Apolodoro de Damasco, responsable de los grandes obras como las Termas y el puente del Danubio; y el legatus y consejero Longino, su amigo más leal y mano derecha en la dirección de las legiones contra las fuerzas de Decébalo (un auténtico bromance de película). Es en esta obra en donde Posteguillo alcanza su maestría como novelista, al narrar con un ritmo trepidante las campañas de la Dacia y la aplastante victoria de un Trajano cegado por la ira. El papel fundamental que juegan la lealtad y la disciplina en esta obra hace que “Circo Máximo” sea el escenario de hechos grandiosos y conmovedores, que logran sacudir al lector ante el retrato magnánimo de un emperador que, a pesar de su poder, mantuvo los pies en la tierra y encontró su principal inspiración, según nos cuenta Posteguillo, en los planes del divino Julio César.
La última parte de esta trilogía, y quizá el más ambicioso de todos sus libros hasta el momento, narra una gesta épica a través de dos tiempos. “La legión perdida. El sueño de Trajano” es una obra que se caracteriza tanto por su extensión como por lo desafiante de su trama. Nos encontramos ante un Trajano sumamente poderoso y poseedor de una ambición que lo lleva a emprender la más dura de sus campañas militares, movida por algo más que el control de las fronteras del imperio. La guerra contra los Partos no es una simple guerra por el control de la Ruta de la Seda, ya que esta vez Trajano debe luchar contra el fantasma de la Legión perdida y la histórica derrota de Craso. De esta manera, la narración se mueve en dos épocas distintas, es decir, entre el mundo de Trajano y la desgracia de esa legión en la época de César y Pompeyo; sin embargo, la presencia de otros dos grandes imperios además de Da Quin y Anshi, le dan un giro inesperado a esta imponente novela. Poseedora de un ritmo mucho más lento y una trama más compleja que las anteriores, debido principalmente a que el manejo temporal y espacial ya no es lineal sino múltiple, “La legión perdida” nos muestra a un Trajano que si bien es temible, se encuentra en los últimos años de vida, lo que necesariamente implica la designación de un sucesor: ¿quién es el indicado para continuar con los planes del emperador?, ¿será el leal y magnífico Lucio Quieto o el siempre mezquino y traidor Adriano?
Finalmente, no me queda más que invitar a quien lee estas líneas a adentrarse a esta imponente obra y pasar de página en página y de libro en libro, acompañando al emperador Trajano en su marcha frente a las legiones romanas en su búsqueda de conquistar el mundo entero.