¿Será el nuevo Tratado de Libre Comercio benéfico para México?

Jorge de la Cruz

 

Un acuerdo comercial disminuye las barreras económicas entre países, al permitir un flujo de productos (alimentos, tecnología, gasolina, entre otros) sin la necesidad de cobrar un arancel (impuesto) o, en su defecto, se estipula una tarifa arancelaria muy baja.

 

Alrededor del mundo existen múltiples acuerdos comerciales regionales, de los cuales el Europeo¹ y el de América del Norte son los más importantes, por el tamaño de volumen y valor de las exportaciones e importaciones que generan. En un lejano 1990, los gobiernos de los Estados Unidos, Canadá y México acordaron establecer un tratado de libre comercio entre las tres naciones (trilateral).

 

Un año después iniciaron las negociaciones, después de varias rondas (reuniones de trabajo) para su redacción, análisis y revisión, fue firmado el tratado por los tres presidentes a finales de 1992. La Cámara de Senadores, por mandato constitucional, es la encargada de revisar y aprobar los acuerdos comerciales, por lo que en noviembre de 1993 culminaron los procesos legislativos. Un mes después fue publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) y el 1° de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio en América del Norte (TLCAN o NAFTA en inglés).

 

Según cifras del gobierno, en 1993 las exportaciones representaban 12.14 % del Producto Interno Bruto (PIB), mientras para 2015 esta proporción subió hasta 35 % del PIB². La mayor parte se destina al mercado NAFTA. En tanto, el comercio en esta región alcanzó 1.14 billones de dólares (tres países) desde 297,000 millones de dólares en 1993. La inversión extranjera hacia México ascendió a 17 mil millones de dólares en 2015, esta cifra es cuatro veces mayor a la inversión anual que se registraba en 1999.

 

No obstante, desde su firma, el TLCAN ha estado inmerso en señalamientos y críticas. Es cierto que las exportaciones mexicanas crecieron exponencialmente, pero también las importaciones, sobre todo de productos agrícolas, por lo cual se estima la pérdida de 1.3 millones de empleos en el sector, según The Economist. Debido a esto, la industria agrícola en el país no ha logrado desarrollarse a la par de otras, como la manufacturera.

 

En ese sentido, el trabajo en el sector manufacturero se ha incrementado, pero lo salarios no lo han hecho al mismo ritmo, incluso el diferencial entre el pago en los Estados Unidos y México ha aumentado. Entre 1995 y 2016 el salario promedio en México creció 16.7 %, en comparación con el 33.3 % de Estados Unidos y el 38.5 % de Canadá (OCDE 2016) . Este hecho ha sido señalado por diversos especialistas como un factor para la fuerte migración (junto con las crisis económicas) de la población mexicana en las últimas dos décadas hacia el vecino del norte.

 

No solo en México el TLCAN ha tenido detractores, en los Estados Unidos, por años, un sector de la población atribuyó la pérdida de empleos en el sector manufacturero a la entrada en vigor del TLCAN. Su tesis principal señala una “fuga” significativa de empresas estadounidenses hacia México, esto para aprovechar la mano de obra más barata, en detrimento de los empleos locales.

 

Esta idea se ha esparcido durante años en los Estados Unidos y fue capitalizada políticamente por el candidato Donald Trump en su campaña presidencial. Cancelar el TLCAN fue uno de los ejes de su campaña, aunado a la popularidad de otras propuestas polémicas, derivó en su triunfo en las urnas en noviembre de 2016.

 

Una vez nombrado presidente, Donald Trump instruyó a los representantes comerciales de los Estados Unidos para que entablaran relaciones con sus similares de Canadá y México. Y, a partir de agosto de 2017, iniciaron las rondas de renegociación (aproximadamente una por mes en distintas sedes), las cuales tuvieron el objetivo de modernizar el TLCAN o, en su defecto, cancelarlo.

 

 

Los temas más polémicos se centraron en una cláusula para revisar y aprobar cada 5 años el tratado, así como incrementar el contenido regional de fabricación de vehículos automotores, para que no paguen el arancel. Canadá, por su parte, fue enérgico para evitar que se elimine el capítulo sobre la solución de controversia (que involucra a los tres países), mientras que México solicitó no modificar sustancialmente el sector energético.

 

Durante las rondas de negociaciones hubo momentos álgidos entre los representantes nacionales, principalmente por parte de los Estados Unidos, ya que, en diversas ocasiones, el presidente Donald Trump amagó con abandonar las negociaciones y cancelar el Tratado. Mientras que los representantes de Canadá se retiraron de las negociaciones en las últimas semanas.

 

Finalmente, el lunes 27 de agosto, los presidentes de Estados Unidos y México anunciaron que llegaron a un acuerdo bilateral. Y en un mensaje por separado animaron al gobierno canadiense a que reanudará las negociaciones para su inclusión en el mismo, la fecha límite establecida es el viernes 29 de agosto.

 

Consideraciones finales

En comercio internacional no existen ganadores absolutos, cualquier modificación o reforma transforma la relación entre los agentes económicos. En este sentido, el TLCAN generó diversos beneficios para la economía mexicana, al modernizar su sector exportador, mientras que algunos otros quedaron rezagados (agrícola).

 

La firma del nuevo tratado comercial aún debe ser aprobada por los Congresos de los tres países para su ratificación. Al final, los cambios al Tratado no fueron mayores, no obstante es pronto para saber cómo afectarán estas modificaciones a los sectores productivos de las tres naciones. Aunque algo es seguro, una eventual cancelación del mismo generaría un periodo de incertidumbre económica para nuestro país, que podría ocasionar incluso una contracción o caída del PIB mexicano.

 


¹En Europa el acuerdo comercial va más allá de bienes y servicios, ya que permite también el libre tránsito de personas y tienen una moneda en común (euro).
²Mientras que las importaciones pasaron de 13.8% en 1993 a 37% en 2015.

 

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