El Político Profesional no es como nos lo habían contado.

Daniel López Herrera

 

A unos días de llevarse a cabo la sesión de instalación de la Cámara de Diputados en su LXIV versión, se ha abierto un pequeño debate en torno a la “profesionalización de nuestros representantes”, ya que solo el 46% de los nuevos diputados cuenta con título profesional. Si bien la Constitución no marca como requisito el tener una carrera profesional acreditada, los ciudadanos demandan que los funcionarios públicos, especialmente los que obtuvieron un cargo a través de sus votos, demuestren conocimientos y competencias que les permitan un buen ejercicio de poder que mejore las condiciones del país; pero, ¿qué es ser un político profesional?

 

 

Entre las principales respuestas podemos nombrar la experiencia y el currículum, pero ni la experiencia adquirida medida en años, ni el nivel jerárquico alcanzado pueden asegurarnos la calidad profesional de un político. Muchos son los casos que hemos visto en la historia reciente que se contraponen a estas afirmaciones.

 

Debemos dejar atrás los tiempos de los reyes filósofos (conocimiento) y de los grandes, históricos e igualmente ególatras, conquistadores (jerarquía).

 

En una época como la que vivimos actualmente, los dirigentes con cuota de poder deben convertirse en “facilitadores de las cosas”, “hacer que las cosas sucedan”, para esto requieren de una serie de habilidades y competencias que les permitan ejercer su cargo de forma inteligente y efectiva. En lo personal, no me preocupa que un funcionario no sea un experto en una determinada rama económica, para eso está el equipo de especialistas y secretarios técnicos. Lo que si me puede provocar inquietud es que sea una persona con grandes activos a su disposición (poder, recursos económicos, capital humano, intelectual) y que no tenga noción de cómo capitalizarlos.

 

A continuación menciono algunas de las muchas herramientas y técnicas que pueden llevar a un funcionario público a ejercer la política de una forma más profesional:

 

  • Conciencia Política: Identificar y analizar las relaciones de poder en el entorno en el que se desempeña, así como definir estrategias para ejercer sus actividades eficazmente en este contexto.

 

 

  • Análisis de riesgos: la política mexicana es reactiva, no tenemos visión de largo alcance, vivimos en la cultura del bomberazo y de lo urgente; todo esto, porque no planeamos nuestra labor ni nos anticipamos a las eventualidades. Llevar a cabo un análisis de riesgos nos permite identificar posibles situaciones (positivas o negativas) que podrían influir en nuestras actividades. Este análisis tiene que ir acompañado de una priorización de riesgos, así como de cursos de acción en caso de que alguno de ellos se presente.

 

 

  • Análisis de actores: cuántas confrontaciones estériles no hemos visto en múltiples reuniones, al igual que enemistades, todo esto, producto de la ausencia de una correcta gestión de actores. Les voy a dar un tip, una forma sencilla y rápida de monitorearlos es posicionar a las personas en una matriz de “Poder e interés”.

Personas con alto poder y alto interés en nuestra persona y en lo que hacemos, tenemos que gestionarlas activamente; personas con alto poder, pero bajo interés, tenemos que tenerlas satisfechas; personas con bajo poder pero alto interés, es suficiente con mantenerlas informadas; finalmente, personas con bajo poder y bajo interés, solo tenemos que monitorearlas sin tanto esfuerzo. A continuación un ejemplo:

 

  • Gestión de reuniones: Esta parece sencilla pero creo que tooooooooda la administración pública federal sería más eficiente si sólo se tomaran en cuenta algunas de estas recomendaciones:
    • Preparar y distribuir la agenda, con los objetivos establecidos para la reunión.
    • Asegurar que las reuniones comiencen y finalicen a la hora publicada.
    • Cerciorarse de que los participantes adecuados estén invitados y asistan a la reunión.
    • Permanecer centrados en el tema.
    • Gestionar las expectativas, los incidentes y los conflictos durante la reunión.
    • Registrar todas las acciones, así como las personas a quienes se les ha asignado la responsabilidad de completar la acción.

 

 

Entendemos muy bien la complejidad que en ocasiones tiene la función pública. Durante mucho tiempo le hemos dado mucha importancia “al colmillo” y al “fogeo”, pero eso no significa que se trate de un político profesional. Es importante acompañarse de un buen equipo de asesores y una empresa de servicios de consultoría. De esta forma, las acciones no serán reactivas, sino bien planificadas, técnicas y eficaces.

 

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