Tipo de cambio castiga al nuevo gobierno

Isaí González

 

Estamos a escasos ocho días para que el sexenio de Enrique Peña Nieto finalice e inicie un nuevo periodo de gobierno, al frente estará Andrés Manuel López Obrador. En las últimas semanas, el equipo de transición de AMLO ha comentado los proyectos sobre los cuales piensa sustentar lo que ellos mismos llaman “la cuarta transformación de México”, el objetivo es llevar la economía a tasas de crecimiento del 4 % anual al finalizar el sexenio. Entre los proyectos se enlistan el aeropuerto internacional (el de Santa Lucía o el de Texcoco), el Tren Maya, una nueva refinería en Tabasco y apoyos sociales a jóvenes y adultos mayores.

 

En entrevistas recientes, el presidente electo indicó que el presupuesto del siguiente año será mayor en un 3.7 % respecto al de 2018; es decir, aumentará en 200 mil millones de pesos, cometido que se lograría gracias a ajustes en el gasto, la tendencia de los ingresos petroleros y el crecimiento económico, sin necesidad de incrementar impuestos o generar mayor deuda.

 

El planteamiento es viable, siempre y cuando se realicen recortes superfluos, se modere el gasto de los partidos políticos, se combata la informalidad y se fomente un ambiente adecuado para la atracción de capital extranjero. No obstante, el éxito del plan no depende solo de ello, existen factores externos que podrían alterar toda la planeación. No conviene ser demasiado optimistas al depender de ingresos a partir del precio internacional del petróleo, pues ha mostrado un comportamiento muy volátil desde mediados de 2014, lo mismo que el tipo de cambio.

 

Particularmente, el tipo de cambio podría dificultar el tema de la deuda pública. Del primero de diciembre de 2012 a la última semana de noviembre de 2018, la moneda mexicana acumuló una depreciación de 56.2 %, pues pasó de cotizar un precio de $12.93 por dólar (ppd) a $20.23 ppd. Esto representa la mayor depreciación del peso durante un sexenio, si se compara con los primeros gobiernos de este milenio, cuyas depreciaciones fueron de 16.8 % con Vicente Fox y de 17.95 % en el periodo que va de 2006 a 2012, con Felipe Calderón. Los datos indican que el peso se depreció 3.3 veces más con Peña que con Fox y 3.1 veces más que con Calderón.

 

Si bien es cierto que un tipo de cambio más alto vuelve los productos mexicanos más atractivos al exterior, en el mediano plazo no le conviene a nadie un peso depreciado, algunas muestras las pudimos ver al finalizar 2017, cuando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, amenazó con dar por terminado el TLCAN. Los mercados se agitaron y el peso se depreció 8.65 %, respecto al valor con que había iniciado el último trimestre de 2017. Las consecuencias fueron incrementos en los niveles de deuda pública, denominada en dólares, y un efecto traspaso del tipo de cambio al nivel generalizado de precios durante los primeros meses de 2018, mismo que se exacerbó por la liberalización del precio de las gasolinas. Hay que mencionar que la causa de tales movimientos en la paridad cambiaria, en su mayoría, fueron externos.

 

No obstante, durante la última semana de octubre, cuando se realizó la consulta del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, al dar a conocer que el resultado favorecía a Santa Lucía y no a Texcoco y que, por lo tanto, los trabajos se mudarían a la vieja base aérea militar, el tipo de cambio se depreció 8.1 %, alcanzando casi los $20.30 por unidad de dólar. Este movimiento de la paridad cambiaria hizo que el monto de la deuda pública externa se incrementara 7.8 % en tan solo un mes, en este caso, el movimiento se originó al interior, por una decisión del nuevo gobierno.

 

La lección que podemos sacar de ambos ejemplos es que el tipo de cambio recoge el comportamiento del mercado externo y del interno, sus movimientos beneficiarán o perjudicarán cualquier presupuesto que se realice, sobre todo el de un gobierno que pretende llevar a cabo magnas obras los siguientes seis años sin incrementar impuestos y sin generar mayor deuda pública (según lo que ellos mismos indicaron). Sin embargo, como ya vimos, la deuda puede incrementar sin necesidad de pedir más dinero prestado, incrementa sólo por el hecho de que nuestra moneda pierde valor frente a otra extranjera.

 

Cada decisión que se tome en materia de política económica traerá sus respectivas consecuencias, positivas o negativas. Los factores externos no podemos controlarlos, pero sí podemos mejorar el margen de maniobra del nuevo gobierno, a través de la autonomía de las instituciones, procurar finanzas públicas sanas con superávits primarios, disminuir los niveles de endeudamiento público, así como fortalecer el marco legal para la operación y llegada de nueva inversión al país. Cada una de estas acciones ayudará a que la estabilidad se asiente en la economía y a que la planeación logre cumplirse.

 

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